Es una plaza grandiosa catalogada como patrimonio mundial de la Unesco, el emblema del barrio de la Neustadt y un majestuoso testimonio de la arquitectura alemana de finales del siglo XIX.
Una antigua plaza imperial
Desde hace años, para mí, la plaza de la República sigue siendo un flechazo. Fue construida como parte de la “nueva ciudad”, el gran proyecto urbanístico de finales del siglo XIX que pretendió convertir Estrasburgo en un escaparate del poderío prusiano.
Para mí esta plaza es el emblema de la Neustadt, un barrio de amplias calzadas, edificios de gran prestancia e inmuebles señoriales.
En la actualidad, la plaza de la República, situada al pie del Palacio Imperial (Palacio del Rin), conserva todavía su aspecto imperial, especialmente por dar acceso a la avenida de la Libertad, un eje del poder y el saber que conduce hasta el Palacio Universitario.
Un espacio verde en pleno centro de la ciudad
La plaza de la República, con sus admirables árboles centenarios de espléndido follaje, constituye un espacio natural en el corazón de la ciudad. Con la llegada del buen tiempo, apetece instalarse en el césped, como se haría en un hermoso jardín. Pero lo que más me gusta es que los cambios de estación ofrecen una variedad de tonalidades preciosas: el rosa empolvado de las magnolias en primavera, el verde deslumbrante de los gingkos biloba en verano y su tono amarillo dorado en otoño.
El Palacio del Rin
Pero sobre todo, lo que ofrece esta plaza son unas vistas excepcionales a unos edificios únicos y en particular a uno de mis favoritos, el Palacio del Rin. Desde la plaza de la República, su imponente cúpula destaca en todo su esplendor. Una vez cruzado el hall de entrada, da comienzo un auténtico viaje a través del tiempo gracias a la espléndida decoración interior, con su escalera monumental, los dos vestíbulos laterales sobreelevados, el salón de la emperatriz, cálido y alegre, los techos decorados con pinturas y las salas de recepciones.
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